Se han reunido las voces de las sombras y los silencios de la luz. Se oye y no un nombre decir. Te levantas huyendo del pensar al sentir en medio de un llover de fieras, en el centro de un trajinar de tiempos idos y por venir.
Aquí estoy, soy uno más o uno menos, dependiendo de cuando me leas. Aunque también puedo no ser, si es el día de las letras muertas.
Vengo a reconciliarme con tu cuerpo y con tu espíritu. Vengo hasta acá, sin armas ni odios, sin ropas ni cadenas. Vengo a la tierra, sin un lamento ni una pena, pues todos se han quedado en mis lágrimas de ayer: en las lágrimas por el padre y por el hijo, en las lágrimas por la madre y su estandarte de amor y fuego, en las noches de insomnio de aquellas calles con olor a sepulcro, entre niños grises y humos que se escapan del incendio de las almas.
Mírame, hombre. Mírame, mujer. Mírame niño, anciano. Mírame, ser. Soy como tú en esta abundancia de pinturas invisibles, en cantos que bañan la desigualdad y el olvido. He venido a reconciliarme con tu cuerpo y con tu espíritu. He venido solo, quedándome a penas de pertenencia mi nombre. He venido ausente de miedo aunque vuelen las dagas y se desprendan del cielo los carros de fuego cargados de calaveras justificadas.
Hoy reconcilio mis huesos con los del fósil de Lucy y que me perdonen todas las vidas que han pisado playas, bosques, desiertos y montañas.
Hoy es día de horas desterradas, de cinceles nacarados en las manos del mármol para dejarle el hombre la sangre del vientre de la tierra. Hoy es día de reconciliarme con lo invisible, con el sinombre, con Dios y todos sus pares por no creer en ellos y que me perdone y me ame mi madre por ello. Hoy es día de reconciliarme con el pobre Diablo y su cruz eterna en todos nuestros males, y que mi madre no me perdone por esto. Ho es día de abrir la ventana y ver pasar al frente a toda la humanidad con sus males y sus bienes, verlos pasar a todos tan humanos como yo, con sus cuerpos vestidos de plantas prisoneras, con los sueños dibujados en los pasos y los rostros.
Vengo a pedir perdón por todo lo que he hecho y dejado que hagan en mi nombre. Te pido perdón por todas las veces que no he intervenido para salvarte.
Perdón por todos los árboles que han muerto en mis hojas de papel, rotas, magulladas, quemadas y mancilladas.
Perdón por todos los peces que dejaron de nadar por mis tuberías defectuosas. Por todas las aves sin nido, por los perros atropellados, por miles de colillas que dejé regadas en mi inconciencia. Por todos los niños que padecen hambre de mi pan malgastado. Por todos los hombres que huyen del mundo y encuentran mi morada cerrada. Por todas las mujeres, violadas, vejadas y humilladas, pues no les había escrito nada.
Pido perdón a la esfera que habito dentro y fuera por ser lo que soy. Si aun es tiempo quiero reconciliarme con ella y comenzar a cantar.
En las venas habito
y es mi sangre tu río
sigamos el rumbo de las enredaderas
trepemos por los muros del miedo
habitemos sus recodos, sus meandros
y embosquemos con pasión desnuda
todo aquello que se escondía al vivir
todo aquello que podía salvarte
Que vivan las manos del muchacho
buscando su sexo para estallar en goce
que viva la niña que se agita en ella
para amar después sin pena
que vivan las parejas de la plaza
Que vivan los besos libres del parque
la chica que pasea desnuda en la playa
el viejo sin tedio que ama y disfruta
aunque sea su última copa a mitad de la vía
Que viva ser y dejar de serlo
que viva la gloria de los hemisferios fundidos
la familia que disfruta del hogar
el hogar que disfruta de la familia
Que viva la mujer amando más su grandeza
que el paquete de compras donde se esconden dolores
Que viva Picasso, Cantinflas, Chaplin y hasta Breton
En las venas habito
y es mi sangre tu río
Hay un rumor de fuentes mágicas que hablan en la distancia
he descendido de la cumbre de la cascada
son partículas mis palabras
y caigo como rocío
Allí en la distancia se divisa el verso y lo retomo
y estás tú sentada después de haberme oído
Un insoslayable sendero circunda las pisadas
eres ahora tú la gota liberada
y un haz de luces habitadas
pasa tras tu cortina de amor
haciendo paletas oníricas para volver a comenzar
Hoy he dicho algo y estoy libre
me he reconciliado hasta conmigo mismo.
JEL
lunes, 15 de octubre de 2007
lunes, 8 de octubre de 2007
La Piedra
La calle tenía nombre de general de la independencia, tú tenías ese mismo nombre y otra historia; un pie derecho que gastaba de un lado el zapato viejo; y muchos recuerdos de infancia rompiendo un saco de miedo cocido a retazos con los jirones de las estrellas… en la mano izquierda el dedo índice sin falange odiaba el aserrín, la madera y la sierra, siempre pensaste que a los diez años no se puede hacer una mesa; en la mano derecha hay una piedra que quiere ser parte de la piel mientras tú quieres que sea parte del aire y de la justicia.
¿Para que se nace con ojos si no se llora nunca?.
Piensas en la piedra, ella es una mariposa dormida en la sangre con un ala en la madre y otra en la calle. Dios no ve la piedra… él está en todas partes, pero ahora no tiene tiempo para ver lo que siempre le dijiste que no harías; delante la turba embriagada de sol pide la cabeza del alcalde mientras la tuya arde y se desintegra en el hijo, en la casa sin friso, en la piel que ya no calienta el lado izquierdo de la cama, en las bolsas plásticas, los ladrones cargando el último capítulo de la novela y el partido perdido otra vez como una repetición enmascarada de la vida y los huecos del asfalto… debajo del asfalto la tierra ya no pare, en la mano la piedra, como un grito de sombras en el vientre de la tierra. Al menos al hijo se lo llevará el tío, tiene que llevárselo, es el padrino, es su obligación; en aquella casa nadie pasa hambre ni tosen ni escupen trozos verdes. La Piedra es una torre de silencios triturados, voces que murieron cuando se fue el último de los recuerdos. La puerta se abre… el hombre sale al fin a dar la cara a los trabajadores sin trabajo; la Piedra es como un astro cansado de girar, dispuesto a la sombra del ojo y a la luz de la sien, la Piedra es como un disparo de manos traicionadas. La calle tenía nombre de general de la independencia y tú tenías ese mismo nombre y otra historia.
JEL
¿Para que se nace con ojos si no se llora nunca?.
Piensas en la piedra, ella es una mariposa dormida en la sangre con un ala en la madre y otra en la calle. Dios no ve la piedra… él está en todas partes, pero ahora no tiene tiempo para ver lo que siempre le dijiste que no harías; delante la turba embriagada de sol pide la cabeza del alcalde mientras la tuya arde y se desintegra en el hijo, en la casa sin friso, en la piel que ya no calienta el lado izquierdo de la cama, en las bolsas plásticas, los ladrones cargando el último capítulo de la novela y el partido perdido otra vez como una repetición enmascarada de la vida y los huecos del asfalto… debajo del asfalto la tierra ya no pare, en la mano la piedra, como un grito de sombras en el vientre de la tierra. Al menos al hijo se lo llevará el tío, tiene que llevárselo, es el padrino, es su obligación; en aquella casa nadie pasa hambre ni tosen ni escupen trozos verdes. La Piedra es una torre de silencios triturados, voces que murieron cuando se fue el último de los recuerdos. La puerta se abre… el hombre sale al fin a dar la cara a los trabajadores sin trabajo; la Piedra es como un astro cansado de girar, dispuesto a la sombra del ojo y a la luz de la sien, la Piedra es como un disparo de manos traicionadas. La calle tenía nombre de general de la independencia y tú tenías ese mismo nombre y otra historia.
JEL
domingo, 30 de septiembre de 2007
El Bisturí Rosa
La muchacha recita el poema, es un poema hermoso lleno de reflejos, de luces y animales fantásticos; es ese poema un poema dulcito, un poema que se desgaja como una mandarina, suavecito, rítmico, arrullante; un poema de esos que te hacen revivir la ternura y el encanto de aquella adolescente de catorce años. Todo está bien, todo parece perfecto, ideal, un sueño que libera la esencia de la poesía; las cosas más puras, hasta que veo al lado de la muchacha a la señora gorda (casi siempre la señora es gorda) llena de regocijo, un regocijo tal que parece brotarle por la comisura de los labios; la señora mira a la muchacha y asiente con la cabeza y ante la aprobación, la chica enfila su luz a otra página de sirenas, caracolitos, la profesora bonita; entonces se me crispa el alma, sentada al frente, un puñado de otras señoras muy gordas y otras muy flacas y largas (nunca hay intermedio) se preparan para comenzar a matar a la poeta con sus aplausos, gritos, hurras y mimos de chocolate y ciruelas pasas. “la niña va a publicar un libro, no es un encanto”… amapuches, besos y la vejación más lacerante llega cuando le comparan, le auguran un futuro como el de su tía, “…pero que maravillosa va a ser”… cuando por supuesto, la tía, allá arriba (donde nunca persiguió estar), llegó llena de rebeldía, llena de rupturas, de protestas y de propuestas…
Cómo vamos a pretender encausar por la ternura por el rosado o el azulito claro, una mente que evoluciona; como vamos a pretender pensar que los trece, los catorce, los diecisiete años están llenos de estrellitas puras y cariñosas, cuando por evolución sabemos que ese periodo de la vida contiene todo el fuego, toda la rebeldía, todas las piedras y todos los cristales rotos. Encausar a un poeta adolescente, a un pintor adolescente, a un actor adolescente hacia derroteros que por naturaleza le son ajenos, implica la más cruel de las castraciones a que se pueda someter a un ser humano. Uno de los problemas es pensar que aquellos momentos que nosotros vivimos, fueron equivocados, que no hicimos lo correcto, que íbamos contra natura, que nuestros hijos, nuestros alumnos, esos carricitos angelicales no pueden equivocarse como lo hicimos aquellos días de rebeldía, rock e infierno; no nos damos cuenta que al pensar esto, es cuando realmente nos equivocamos, entonces, sacrificamos al mundo llenando de prohibiciones lo que debe ser libertad. Otro de los puntos por el cual tomamos el bisturí y castramos, mutilamos y sonreímos, se abraza con el miedo a perder lo que tenemos y nos ha costado tanto; debemos moldear, domesticar la rebeldía y la creación aberrante para que estos muchachos no vayan luego a caer sobre nosotros… “como madre es mi obligación enderezar el entuerto”,”ay, no, lo que escribió ese alumno mío, que desastre, es un mal ejemplo, porque no hace como fulanito que es tan maduro para su edad”, “esa muchacha es un dechado de virtudes, las cosas que dice y con que ternura”… luego procedemos a ponerles a la disposición de los nuevos artistas, pintores, poetas, una oficinita, un taller muy cuchi para vender lo que sembramos y cosechamos; les ponemos un reloj, un calendario y un decálogo de moral y buenas costumbres y por último lo hacemos repetir “si no fuera por Usted, no sería nadie en esta vida…”, venderán, venderán y venderán la obra repetida mil veces y cantarán sin cesar los mismo versos usados por Darío y por Neruda, mientras las artes y las letras les pasan de lejos mirando siempre la ventana cerrada; y seguirán ahora los viejos gordos, los flacos, sentados en primera fila aplaudiendo, gritando ¡hurra!, y sirviéndoles de marchantes para que su obra no se pierda. Y después nos morimos felices porque salvamos al mundo de algo que pudo ser un horror, porque aportamos un artista al mundo, porque creamos un ciudadano útil, mujeres y hombres de familia con la vejez asegurada y un bisturí nuevecito para dejar sin lunas a Van Gogh.
La adolescencia, con su carcaj de flechas encendidas, con sus piedras, con el grito a flor de injusticia no es una granja para empalizarla y cosechar rosas, ahí abrimos el mundo en dos y luego si hay que coserlo después, entonces se cose, si hay que quebrarle las ventanas a los vecinos, se le quiebran y más tarde fundiremos los pedazos y los vecinos entenderán, y si no entienden, que más. El poeta adolescente, el pintor adolescente, el creador adolescente en la misma medida que requiere escuela, técnicas y herramientas, requiere libertad, requiere decirlo todo, vaciar todos lo demonios, quemarse en su propia pira de deseos y pesadillas, debe estallar en mil pedazos y romper con todo lo que quiera romper, hasta con el maestro si es preciso; porque ahí radica su obra de vida, en la libertad para hacer y decir, para dejar de hacer y dejar de decir. Y si las señoras gordas, y si las señoras flacas y si los viejos con dientes de leche protestan, entonces que protesten, cual es el problema, ¿acaso la sociedad?, se hace otra y punto, pero no se puede detener el hecho creativo en una edad trascendental, fundamental, al creador adolescente hay que darle el mundo para que lo fragmente y cree el suyo; si se equivoca o cree que se ha equivocado, pues se equivoca y lo vive… no importa que los jurados de los concurso para creadores adolescentes estén llenos de bisturís con punta de diamante.
JEL
Cómo vamos a pretender encausar por la ternura por el rosado o el azulito claro, una mente que evoluciona; como vamos a pretender pensar que los trece, los catorce, los diecisiete años están llenos de estrellitas puras y cariñosas, cuando por evolución sabemos que ese periodo de la vida contiene todo el fuego, toda la rebeldía, todas las piedras y todos los cristales rotos. Encausar a un poeta adolescente, a un pintor adolescente, a un actor adolescente hacia derroteros que por naturaleza le son ajenos, implica la más cruel de las castraciones a que se pueda someter a un ser humano. Uno de los problemas es pensar que aquellos momentos que nosotros vivimos, fueron equivocados, que no hicimos lo correcto, que íbamos contra natura, que nuestros hijos, nuestros alumnos, esos carricitos angelicales no pueden equivocarse como lo hicimos aquellos días de rebeldía, rock e infierno; no nos damos cuenta que al pensar esto, es cuando realmente nos equivocamos, entonces, sacrificamos al mundo llenando de prohibiciones lo que debe ser libertad. Otro de los puntos por el cual tomamos el bisturí y castramos, mutilamos y sonreímos, se abraza con el miedo a perder lo que tenemos y nos ha costado tanto; debemos moldear, domesticar la rebeldía y la creación aberrante para que estos muchachos no vayan luego a caer sobre nosotros… “como madre es mi obligación enderezar el entuerto”,”ay, no, lo que escribió ese alumno mío, que desastre, es un mal ejemplo, porque no hace como fulanito que es tan maduro para su edad”, “esa muchacha es un dechado de virtudes, las cosas que dice y con que ternura”… luego procedemos a ponerles a la disposición de los nuevos artistas, pintores, poetas, una oficinita, un taller muy cuchi para vender lo que sembramos y cosechamos; les ponemos un reloj, un calendario y un decálogo de moral y buenas costumbres y por último lo hacemos repetir “si no fuera por Usted, no sería nadie en esta vida…”, venderán, venderán y venderán la obra repetida mil veces y cantarán sin cesar los mismo versos usados por Darío y por Neruda, mientras las artes y las letras les pasan de lejos mirando siempre la ventana cerrada; y seguirán ahora los viejos gordos, los flacos, sentados en primera fila aplaudiendo, gritando ¡hurra!, y sirviéndoles de marchantes para que su obra no se pierda. Y después nos morimos felices porque salvamos al mundo de algo que pudo ser un horror, porque aportamos un artista al mundo, porque creamos un ciudadano útil, mujeres y hombres de familia con la vejez asegurada y un bisturí nuevecito para dejar sin lunas a Van Gogh.
La adolescencia, con su carcaj de flechas encendidas, con sus piedras, con el grito a flor de injusticia no es una granja para empalizarla y cosechar rosas, ahí abrimos el mundo en dos y luego si hay que coserlo después, entonces se cose, si hay que quebrarle las ventanas a los vecinos, se le quiebran y más tarde fundiremos los pedazos y los vecinos entenderán, y si no entienden, que más. El poeta adolescente, el pintor adolescente, el creador adolescente en la misma medida que requiere escuela, técnicas y herramientas, requiere libertad, requiere decirlo todo, vaciar todos lo demonios, quemarse en su propia pira de deseos y pesadillas, debe estallar en mil pedazos y romper con todo lo que quiera romper, hasta con el maestro si es preciso; porque ahí radica su obra de vida, en la libertad para hacer y decir, para dejar de hacer y dejar de decir. Y si las señoras gordas, y si las señoras flacas y si los viejos con dientes de leche protestan, entonces que protesten, cual es el problema, ¿acaso la sociedad?, se hace otra y punto, pero no se puede detener el hecho creativo en una edad trascendental, fundamental, al creador adolescente hay que darle el mundo para que lo fragmente y cree el suyo; si se equivoca o cree que se ha equivocado, pues se equivoca y lo vive… no importa que los jurados de los concurso para creadores adolescentes estén llenos de bisturís con punta de diamante.
JEL
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