lunes, 8 de octubre de 2007

La Piedra

La calle tenía nombre de general de la independencia, tú tenías ese mismo nombre y otra historia; un pie derecho que gastaba de un lado el zapato viejo; y muchos recuerdos de infancia rompiendo un saco de miedo cocido a retazos con los jirones de las estrellas… en la mano izquierda el dedo índice sin falange odiaba el aserrín, la madera y la sierra, siempre pensaste que a los diez años no se puede hacer una mesa; en la mano derecha hay una piedra que quiere ser parte de la piel mientras tú quieres que sea parte del aire y de la justicia.
¿Para que se nace con ojos si no se llora nunca?.
Piensas en la piedra, ella es una mariposa dormida en la sangre con un ala en la madre y otra en la calle. Dios no ve la piedra… él está en todas partes, pero ahora no tiene tiempo para ver lo que siempre le dijiste que no harías; delante la turba embriagada de sol pide la cabeza del alcalde mientras la tuya arde y se desintegra en el hijo, en la casa sin friso, en la piel que ya no calienta el lado izquierdo de la cama, en las bolsas plásticas, los ladrones cargando el último capítulo de la novela y el partido perdido otra vez como una repetición enmascarada de la vida y los huecos del asfalto… debajo del asfalto la tierra ya no pare, en la mano la piedra, como un grito de sombras en el vientre de la tierra. Al menos al hijo se lo llevará el tío, tiene que llevárselo, es el padrino, es su obligación; en aquella casa nadie pasa hambre ni tosen ni escupen trozos verdes. La Piedra es una torre de silencios triturados, voces que murieron cuando se fue el último de los recuerdos. La puerta se abre… el hombre sale al fin a dar la cara a los trabajadores sin trabajo; la Piedra es como un astro cansado de girar, dispuesto a la sombra del ojo y a la luz de la sien, la Piedra es como un disparo de manos traicionadas. La calle tenía nombre de general de la independencia y tú tenías ese mismo nombre y otra historia.

JEL
 
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